lunes, 18 de marzo de 2013

MISA DE DIFUNTOS EN PLAYA OCULTA

Hoy nos han avisado que ha fallecido Pascual, encontraron su cuerpo ahogado en las turbias y coloradas aguas del rio Inambari que discurre por Playa Oculta en plena selva de la Amazonía Peruana. 

Su muerte suena a misterio, ¿cayó al río tan ebrio que no pudo salvarse? ¿Fue sepultado por la tierra removida por la minería? ¿Tal vez fue un ajuste de cuentas debido a negocios por el oro? Era un hombre joven, fuerte y con una familia que ahora queda desamparada con su pérdida y preocupada por perder al cabeza de familia, proveedor de los pocos soles que entraban en su ajustada economía doméstica.


El Padre Zabala y Martín, únicos sacerdotes de los alrededores, han sido las personas encargadas de oficiar la misa. Mi primera sorpresa fue comprobar que los sacerdotes no viajan solos, los acompañan los niños del albergue, con sus cuadernillos o misales apropiados para la ocasión, gracias a ellos los fieles pueden seguir la Eucaristía, sus cánticos y responsos.

Es de noche y tras un trayecto en el jeep cruzamos parte de la selva para llegar a Playa Oculta. No hay iglesia, tan sólo una especie de escenario de madera junto al río donde algunos familiares varones velan al difunto y nos esperan. El recinto, al aire libre, empieza a llenarse de sillas, familiares y vecinos. La luz de las velas ilumina el entorno y un ambiente de duelo y dolor impregna el espacio. Los hombres han bebido, han ahogado su tristeza en el alcohol demostrando su virilidad, las mujeres reparten hojas de coca, refrescos y tabaco para hacer más llevadero el velorio. Los sacerdotes con sotana y el altar casero dan cierta solemnidad al acto, mientras los niños corretean de un lugar a otro detrás de las chicharras y de los perros, que también quieren dar su último adios a Pascual, las madres amamantan a sus bebés y el cántico a veces se hace difícil debido al jugo de las bolas de coca que abultan los carrillos de los fieles. El hecho de mascar hojas de coca está normalizado en tierras peruanas y este es uno de sus usos.

Cuando termina la misa, regresamos a Boca Colorado. Vamos callados, pensando en la fragilidad de la vida, los niños piensan en supersticiones macabras. En un sitio como el Distrito Madre de Dios la vida parece no tener tanta importancia como en los Países del Norte, la muerte está más cercana, es fácil accidentarse, enfermar o incluso ser asesinado. Estar vivo es sobrevivir a duras condiciones y a veces cuestión de suerte.

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